Tras un largo parón, momentos para la reflexión

Hacer hermandad.
Dos palabras para una misma realidad: hermandad y cofradía. Etimológicamente significan lo mismo: hermandad viene de germanus (hermano carnal) y cofradía viene de cum fratre (con el hermano). Pero una distinción se puede establecer, la hermandad como la asociación de fieles, que ha sido erigida para ejercer alguna obra de piedad o de caridad y que están constituidas a modo de cuerpo orgánico. Las hermandades que han sido erigidas además para el incremento del culto público, reciben el nombre particular de cofradías. Pienso que nuestras cofradías granadinas comprenden el doble significado ya manifestado de hermandad y cofradía y nunca reducido a simbolizar, exclusivamente, actos de culto.
Dentro de nuestras cofradías existen hermanos y hermanas que desarrollan distintas funciones, los hermanos/as de luz o de cera, los costaleros y costaleras, las camareras, los hermanos activo y los no activos, los que constituyen la junta de gobierno, los que ya no lo son y los fueron, los miembros fundadores y los que se incorporaron con posterioridad, todos y todas somos cofradía, nadie sobra, nadie estorba, todos somos necesarios, a nadie se le puede exigir nada, pues todos estamos en la cofradía en un acto libérrimo y volitivo, estamos porque queremos voluntariamente estar. Y por tanto no caven los reproches ni los descréditos entre hermanos y hermanas éstos no tienen cabida. Como dijo recientemente Miguel Luis López-Guadalupe, en una charla de formación en nuestra cofradía, que el mejor bien que tiene una cofradía son los hermanos y hermanas, por ello hay que darle gracias a Dios por haberlos traido a la cofradía, a ninguno hay que ponerle pega alguna, no debemos preguntarle por qué está y por qué ha venido a la hermandad, Dios lo ha traído y debe ser bienvenido. Caridad, hermandad y culto a los sagrados titulares es lo único que se le debe pedir a un cofrade que voluntariamente decide formar parte de una hermandad.
Si esto es lo importante lo demás debe ser secundario, claro que habría que matizar una serie de cuestiones que erosionan y no favorecen el hacer hermandad y que a continuación enumero como un desiderátum para su superación apoyándome en los treinta años que tengo de vida cofrade. Es labor de todos y todas impedir que cobren naturaleza e identidad en nuestra cofradía aquellas actitudes que no ayudan a hacer hermandad. Partiendo de un principio básico, mirar siempre hacia adelante y no hacia atrás tal y como lo manifestó nuestro Hermano Mayor en el último Cabildo de Hermanos.
La hipocresía no puede ni debe existir en una cofradía, cuando te encuentras con un hermano/a solo puede existir alegría, no lo puedes considerar un obstáculo que debes sortear para evitar darle un abrazo o un saludo, tampoco cabe el saludo gélido y frío. En una hermandad todos los hermanos se aceptan y reconocen como tales, no cabe la exclusión. El cariño y el amor fraterno es seña de identidad en las cofradías, Jesús da su mandamiento nuevo a los apóstoles y discípulos: Ámense unos a otros como yo los he amado (Jn 15, 12), no cabe la frialdad ni el distanciamiento en el trato entre hermanos y hermanas.
La cofradía es de todos los hermanos y hermanas, de los que son y de los que lo serán mañana, y al mismo tiempo no es propiedad de nadie. No debe existir el posesivo en la propiedad de la cofradía, es de todos y todas pero nunca puede ser mía, la actitud posesiva solo nos lleva a recelar y sentir como enemigo a toda la persona que se arrima o asoma a la cofradía, pues ésta se erige en un posible rival que puede quitarme lo que siento mío.
La militancia en la hermandad no puede tener límites y no debe supeditarse al cargo transitorio que se detenta en la misma, solo cabe el afán de servicio sin egos y protagonismos. No cabe el resentimiento, ahora la responsabilidad es de otros, que sean éstos los que hagan lo que sea menester, mientras yo observo desde los cuarteles de invierno lo que los demás hacen, ésta no es una actitud cristiana y cofrade. El hermano debe tener una disposición permanente a dar si esperar nada a cambio a pesar de que por motivos y circunstancias personales a veces pueda dar más y en otras ocasiones pueda dar menos. No debería depender el compromiso cofrade del grado de afinidad con las personas que circunstancialmente rigen su destino. Hay que estar siempre en el mismo sitio y saber estar en el sitio que en cada momento se esté. Hay que evitar escenarios ridículos y pueriles, hoy me situó en los cultos en primera fila y mañana al final del templo, nuestros sagrados titulares no se merecen tales actitudes ni tampoco la hermandad.
Nada legitima más a una hermandad que la unidad entre sus hermanos/as sin que ello signifique que en su seno deba existir siempre la unanimidad en las ideas y en la toma de decisiones, al contrario, las divergencias sanas enriquecen y fortalecen la convivencia en las cofradías. Igualmente se deslegitima cuando se busca el frentismo y el atrincheramiento de aquellos que sólo ponen dificultades y obstáculos y enfatizan no en las bondades de los demás sino en sus defectos y desaciertos, sembrando la duda permanente sobre lo que se hace o se proyecta hacer.
El altruismo debe prevalecer sobre el egoísmo. Los expertos y egos terminan por ser mala simiente de la que solo crece la desafección y la inquina, y además de no aportar nada bueno, terminan por abandonar la cofradía cuando el mal fruto ya ha sido recolectado.
En definitiva hacer hermandad. Pensar que cada persona que se acerca a la hermandad y quiere hacerse hermano es el mejor bien que tenemos que cuidar. Tratar a la gente bien hace que se comporte mejor y dé lo mejor de sí para los demás. Ver siempre lo bueno de los demás enfatizando en sus virtudes, que no cabe duda, que todos las tenemos.

Published in: on 24 noviembre 2010 at 22:46  Deja un comentario  

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